Sobre su obra

Como se lleva a un niño, de Liliana Lukin

De la presentación
Por Amalia Sato

Me desprendo de los nombres, de las memorias de la amistad que suscitan silencio, recuerdos y … sonrisa. Qué curioso que algo que une estos dos nombres reales queridos, Liliana y Gustavo, Gustavo y Liliana, haya sido el teatro de papel. Qué arco de sentidos abre el título de la obra que ellos representaban: “El libro de la almohada de Sei Shonagon”. Siglo X y XI, Sei, la Corte, y makura, almohada, lugar para esconder escritos, lugar de sueños, lugar de reparo del viajero, y adjetivo epíteto, en fin, polisemia.

Aviso y advierto que me aparto de referencias y que entonces me rindo a los hilvanes de una lectura que se deja sorprender con lo indomable de la escritura.

Y leo esto sobre este libro, de cuya tercera presentación participo, asumiéndolo como un alto compromiso, tal cual se lo dije a la autora. Leo esto que no puede ser sino breve.

Como se lleva a un niño, Liliana Lukin.
Como se lleva a un niño, dictum de Derrida. Llevar el duelo como se lleva a un niño.

Marco este libro para que se revele. Se revele con uve, se me revele, y se rebele con b, sin plegarse a lo calculado y solo correcto.
Uno.- ¿Un libro de duelo iniciado bajo la profecía amenazante de Heiner Müller: “Para que algo ocurra, algo debe partir”?
¿Ocurra qué? ¿este libro?

Para que algo ocurra, algo debe partir/ La primera figura de la esperanza es el miedo / La primera aparición de lo nuevo es el espanto
Dos.- De entrada señalo la advertencia que la escritura registra y reitera. Reitera y repite lo que un oído en alerta supo escuchar. Contar con una frase real. Real por regia y digna, real porque realmente sucedió.

Dar lugar a la sentencia del que partió. Crear esta voz es el acto extraordinario de este libro. Cito con números los poemas. Hay alguien que “cansado avisa que se va” (poema 1) y que dice: “Digan lo que digan, yo sé” (poema 10).

Digan lo que digan yo sé. Un octosílabo, el metro del romance.
También este que sabe es, en hebreo, “el que se fue a su mundo”, “el que murió asombradísimo”. ¿Assombrado, afantasmado como sería en portugués?

Pero haber sabido escuchar que quien parte dice que sabe, hace que todo lo que se diga, todo lo que se intente quede sentenciado por la advertencia de este “digan lo que digan”.

Tres.- Sin embargo, a pesar de esto se crea otra voz, la voz que sostiene todo el libro, donde la voluntad quiere salvaguardar, la proliferación de palabras quiere disipar, y todo a sabiendas de que la potencia de las palabras del que parte puede cancelar los intentos. (poema 10)

Se puede apelar e insistir, recrear una retórica amorosa, pero tal vez ya es tarde, pues ya fue investido el héroe, el que sabe y lo dice y avanza advirtiendo: Digan lo que digan, yo sé.

“…el amado que retira/ su voluntad leve y lentamente, que regresa a sí mismo,/ y como una tormenta en el mar, se va,/cansado avisa que se va. (poema 1)

“Digan lo que digan, yo sé” decía él”. (poema 10)
Pero la voz viva hace resistencia: hasta se atreve a suponer lo que el otro deja sin revelar:

“Miedo a dejar de estar entre las cosas,/a perder el tacto de los seres/ mientras todo piensa que hemos partido,/eso tenía seguramente cuando me decía “yo sé”. (poema 37)

Hay una voz que reconoce (poema 27) “Escribo una y otra vez “tu vida”,/“mi vida”,como un mantra,/hasta que la repetición/ hace de lo que soy un puente vacío”.

Hasta llega a declarar “…apropiándome de él como lo que es:/ mi historia, mi más reciente carnadura” (poema 40), “pongo mis manos en su nombre”. Desesperada reclama, “y mis hijos no sabrán qué hacer con ésa/ que he sido ¿o escribirán?”.(poema 30). O al ausente le asegura, “Me recupero, nos recupero…” (poema 30)

Esa misma voz viva enmascara e hila títulos como “Una vida divina” Sollers, “Bella del señor” Albert Cohen, “Vida secreta” Quignard. Con bastardillas que son como hierbas domesticadas, inclinadas por una brisa pero no engaña: su posición es otra y arrojada.

Dice ausencia pero la rastrea y prolifera en materia: libros apilados en la otra mitad de la cama, manchas en la tapa de un libro, marcas de los cuerpos en la cama, señales de sudario en las sábanas, fotos, discos, ropa. Y cita lo sagrado pero cree desobedecer sus mandatos al escuchar música anticipadamente. Y se desdice “…no hay ya nada/ más acá,/ la física no escribe poemas”.

Aceptemos lo que esta voz desdice, predice, maldice, contradice.

Cuatro.- Hagamos ahora eje en esta escenografía en dos planos. Tal vez otra clave: Poema 9. En lo alto, un jardín que ella riega y desde donde se crea un relato del agua. Abajo, él que llega con el galante ramo de flores envuelto en papel, papel que ella rompe con los dientes, para aclarar en otra parte (poema 49) “porque es en el papel que sucede nuevamente”
La escritura de agua baja del jardín nocturno y es pura borradura, puede responder si quiere al juego de homónimos “sin voz, sin vos”.
Y termino: la escritura insiste sin sumisión, demanda, inquiere, disimula, clama, rescata. La escritura zizaguea entre lo que se pudo en duelo amoroso y con esas esquirlas se afirma en libro, en este libro.

Buenos Aires, diciembre 2020.