Sobre su obra

De una carta a la autora.

Por Alicia Silva Rey

Luego de haber leído Construcción comparativa, hasta que supe bien de qué su ritmo hablaba y cuáles sentidos despertaba esa música, sentí que quería entrar a este libro por un lugar, digamos, fisiológico. Una posible entrada sería tomarla, literalmente, por una escritura de lo oral, donde se pudiera actualizar el fantasma de comer y ser comido; una lengua pronunciada desde lo otro femenino –“ella / lo que digo”- en un decir predominantemente rítmico cuyo fin sería, también, la incorporación, puesto que no podría faltar en una ingesta, de sonidos repetitivos carnívoros, en una canción (la de una voz omnívora) que desafiando “una alegría de vereda” va construyendo el cuerpo, “la carne sorda o muda / de lo amante”.
De modo que esta construcción sería engañosamente comparativa ya que, podría decirse, cada poema comienza por el verbo COMER en presente del indicativo: Como / una flor carnívora; Como / un ángel pintado; Como / jazmines en agua; Como / una ciudad abandonada (no hay más que leer el índice). El cuerpo textual va, así, restándose en tanto come de sí lo que ha compuesto a deseo de otros (y es porque, además de la más canonizada de las teorías acerca de la cualidad intrínseca de todo deseo, este cuerpo quimérico “hace del dar su secreto”, “como una mujer” –que se prodigara como madre). Comer(se) constelaciones, impulsos, lenguajes, detalles de mampostería, fragmentos de materia en perpetuo estado de transformación. Degl.ución del y en el universo que el cuerpo del texto exhuma (exsuma; quiere decir, que resta) para, como al final, retirarse definitivamente –sin resto, es decir, restituido-, retirar ese cuerpo de la mano innecesaria: poesía que hace con el lector el cuerpo de la caricia.
“Pero lo acariciado, propiamente hablando, no se toca. No es la suavidad o el calor de la mano que se da en el contacto lo que busca la caricia. Esta búsqueda de la caricia constituye su esencia debido a que la caricia no sabe lo que busca. Este ‘no saber’, este desorden fundamental, le es esencial. Es como un juego con algo que se escapa, un juego absolutamente sin plan ni proyecto, no con aquello que puede convertirse en nosotros mismos, sino con algo diferente, siempre otro, siempre inaccesible, siempre por venir. Está hecha del aumento del hambre, de promesas cada vez más ricas que abren nuevas perspectivas sobre lo inhaprensible.” Emmanuel Lévinas.
«eso impecable y sola
en la función prolija de nutrir»

(poesía que hace para el lector la casa de su caricia).