Una América de novela

Una América de novela, fragmentos de narrativa, desde la Conquista hasta 1930. Lecturas para mujeres que no duermen, fragmentos de ficción.

Liliana Lukin

Una América de novela

Los números resultan impávidos y desoladores mil quinientos, novecientos, mil doscientos:
son pueblos, tribus, es una raza.
No hay nombres.
David Viñas, Indios, ejércitos y fronteras.
Esta América literaria fue construyéndose básicamente y, dentro de lo posible (entre el azar, textos disponibles, y la necesidad, la restricción de la representatividad), en el conflicto y enfrentamiento de los cuerpos y las ideas. Un relato fragmentario que cuenta más una historia de sangre que de excitantes paisajes turísticos. En él aparecen el exterminio étnico -a pesar de la fuerte tendencia sentimentalista y conciliatoria de la mayor parte de las literaturas reproducidas-, las ofensivas civilizatorias, las pretensiones y realizaciones expansionistas, las revueltas y revoluciones, la explotación -de raza, clase, sexo, edad-, y sigue esta “lujosa” lista.
Pero a no desesperar, también aquí se encontrará: las modalidades del castellano, esa lengua aparentemente única, con sus diminituvos americanos, sus términos de origen indígena y negro, que tan “ricos” suenan en los oídos, la vegetación arisca, como dice Alfonso Reyes apenas comenzar nuestra tournée, las selvas y los mares, la pampa, la vastedad, en fin. Y también: aquel Benjamin Franklin -sí, la América toda- de quien aún seguimos bebiendo de su ethos capitalista; la cabeza de Lope de Aguirre expuesta en una jaula; la viscosa jungla de algún escritor viscoso; inmigrantes chinos medicados con opio para que no mueran en la construcción del ferrocarril del istmo de Panamá; las fusilerías en el casamiento de Sandino; la libertad jugada en un partido de naipes; la marimacho de Echagüe y los maricones de Vicente Fidel López (todos reprendidos severamente por los autores); un ensayista francés que reproduce su conversación con un “buen salvaje”; un sueño imperial en tierra de ranqueles; el delirio provocado por un dios, los aires de la cima de un volcán, o vaya uno a saber. Y: amancebamientos, rancios terratenientes, algo de picaresca, crónicas policiales, caudillos y caudillejos… cacao, yerba-mate y café.
Los textos, distribuidos en tres partes, participan de una, podríamos decir, aceleración dramática. En la primera, predominan los fragmentos que dan cuenta de situaciones históricas, regionalistas, de mitos, usanzas, etc. En la segunda, una seguidilla de crónicas de la conquista exhiben el descarnado testimonio de “polvo, sudor y hierro”. Por último, el tercer bloque se compone de fragmentos del orden de lo político. Allí alternan las voces del ciclo de las novelas de la Revolución mexicana con la melancolía del Supremo, referida por Ramos Mejía, y el recuerdo de William du Bois del momento en que el rechazo de una niña blanca lo alertó sobre el significado de su negritud.
La antología se ocupa de un extenso segmento de la literatura americana, desde el siglo XV hasta la entrada en la denominada “novela de la tierra” latinoamericana. Una amplia y variada muestra de tendencias, posiciones críticas, temáticas e intereses. Llegados a este punto, esta última sufre una de las transformaciones más importantes de su historia, por lo menos evaluada desde el presente: su “lanzamiento” internacional, esto es, el fenómeno del Boom. “La audacia de muchos de los nuevos escritores latinoamericanos, el carácter rabiosamente experimental de algunas de sus producciones, la evidente juventud de los más recientes maestros, no deben hacer olvidar que este movimiento tiene sus raíces en el pasado inmediato de la cultura latinoamericana, y que, lejos de ser resultado del azar, es por el contrario el resultado de un desarrollo en que aparecen factores que ya han sido estudiados concienzudamente por sociólogos, economistas, historiadores de la cultura, críticos literarios. Hay una tradición viva de las letras latinomaricanas de este siglo”, escribe Emir Rodríguez Monegal, allá por los años sesentas en su clásico Narradores de América, en referencia al Boom. De eso se trata esta antología, en definitiva: de registrar las raíces y la vitalidad de unas literaturas diversas y en proceso, y a sabiendas de que no constiutuyen una identidad, salvo forzamiento.
I
Alfonso Reyes, Visión de Anáhuac (1917) | Rubén Darío, La vida de Rubén Darío escrita por él mismo (1915) | Bret Harte, “El socio de Tennessee” (1867) | Enrique Amorim, La carreta (1929) | Manuel A. Alonso, El jíbaro (1849) | Vicente Fidel López, La novia del hereje o La Inquisición de Lima (1841) | Francisco Gavidia, “La loba” (1931) | Literatura quechua, “El mito de la coca” (siglo XVI) | Anónimo quiché, Popol Vuh (siglo XVI) | Literatura guaraní, Ciclo de los gemelos | Vicente Pérez Rosales, Recuerdos del pasado (1886) | Alberto Gerchunoff, “La trilla” (1910) | Aluísio Azevedo, El conventillo (1890) | Franz Kafka, América (1927) | Euclides da Cunha, Los sertones (1902) | Ricardo Palma, “Las brujas de Ica” (1883) | Fernando Ortíz, Los negros brujos (apuntes para un estudio de etnología criminal) (1906) | José Lins do Rêgo, Banguê (1934) | Jules Supervielle, El hombre de la pampa (1924) | Luis A. Martínez, A la costa. Costumbres ecuatorianas (1904) | Manuel Zeno Gandía, La Charca (1894) | José de la Cuadra, Los Sangurimas (1934) | Marta Brunet, Bestia dañina (1926) | Javier de Viana, Gaucha (1899) | Manuel González Zeledón, La propia (1910) | Tulio M. Cestero, La sangre (1914) | William H. Hudson, Tierra purpúrea (1885) | René Lefévre, París en América (1863) | Roberto J. Payró, Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1910) | Carlos Loveira, Generales y doctores (1920) | Herman Melville, Moby Dick o La ballena blanca (1851) | Ricardo Güiraldes, Don Segundo Sombra (1926) | Louis Hémon, Marie Chapdelaine (1914) | Jorge Isaacs, María (1867) | Horacio Quiroga, “El regreso de Anaconda” (1925) | Miguel Ángel Asturias, “Los brujos de la tormenta primaveral” (1930) | Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles (1870) | Mario de Andrade, Macunaíma (1928) | O. Henry, “Un cosmopolita en Nueva York” (1906) | José Vasconcelos, Ulises criollo (1935)
II
Américo Vespucio, Carta a Lorenzo Pedro de Medicis (¿1503?) | Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de Nueva España (1554-55) | Cristóbal Colón, Carta anunciando el descubrimiento (1493) | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España (1553) | Anónimo de Tlatelolco, “La matanza del templo Mayor” (1528) | Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de Nueva España (1554-55) | Hernán Cortés, Tercera carta de relación (1522) | Ruy Díaz de Guzmán, La Argentina manuscrita (1612) | Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios (1555) | Francisco López de Gómara, Historia de la conquista de México (1552) | Antonio de Herrera, Historia de los hechos de los castellanos (1612-15) | Montaigne, “De los caníbales” (1580) | Jean de Léry, Histoire d’un voyage fait du Bresil, autrement dite Amerique (1578) | Walter Raleigh, The Discovery (1595) | Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1542) | Inca Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca (1605) | Juan Rodríguez Freyle, El carnero (1636-1642) | Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias occidentales (1627)
III
Jorge Icaza, Huasipungo (1934) | Archivo Secreto Vaticano; Nunziatura di Spagna, Relación sobre la sublevación de Túpac Amaru (1781) | Juan Pablo Viscardo, Carta a los españoles americanos (1792) | Francisco de Miranda, “Carta a John Turnbull” (1798) | Simón Bolívar, “Mi delirio sobre el Chimborazo” (1823) | Nataniel Aguirre, Juan de la Rosa: memorias del último soldado de la independencia (1885) | Eduardo Acevedo Díaz, Ismael (1888) | Eduardo Gutierrez, Los montoneros (1886) | José Martí, Diario de campaña: de Cabo Haitiano a Dos Ríos (1881-1883) | Eugenio María Hostos, “Carta a Federico Henríquez y Carbajal” (1898) | Mark Twain, Las aventuras de Huckelberry Finn (1884) | Cirilo Villaverde, Cecilia Valdéz o La loma del Ángel (1883) | Juan F. Manzano, Autobiografía de un esclavo (1839) | William du Bois, Las almas del pueblo negro (1903) | Joaquim M. Machado de Assis, Quincas Borba (1891) | Gertrudis Gómez de Avellaneda, Sab (1841) | Teresa de la Parra, Ifigenia; diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (1924) | Rómulo Gallegos, Doña Bárbara (1929) | Pedro Echagüe, La Chapanay (1884) | Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido (1889) | Juan Bautista Alberdi, Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo (1872) | Ramón del Valle Inclán, Tirano Banderas (1926) | Domingo F. Sarmiento, Facundo (1845) | José M. Ramos Mejía, “La melancolía del Dictador Francia” (1882) | Florencio Sánchez, “El caudillaje criminal en Sudamérica (ensayo de psicología)” (1903) | Fito Aguilera, 50 millas de heroicidad. Relato sobre el Canal (1944) | José Eustasio Rivera, La vorágine (1924) | Jorge Amado, Cacao (1933) | Rafael Barret, El dolor paraguayo (1908) | Baldomero Lillo, “La compuerta número 12” (1904) | Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904-1905) | Ricardo Flores Magón, “¡Muera la propiedad individual!” (1914) | Henry Adams, La educación de Henry Adams (1907) | José Rafael Pocaterra, Memorias de un venezolano de la decadencia (1927) | Jack London, “El apóstata” (1906) | John Reed, México insurgente (1914) | Mariano Azuela, Los de abajo (1915) | Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente (1926) | Graciliano Ramos, Vidas secas (1937) | Henry David Thoreau, Walden, o la vida en los bosques (1858) | Manuel Gozález Prada, “Nuestros indios” (1904) | Augusto César Sandino, “La muchacha de San Rafael del Norte, Blanca Aráuz” (1927) | Alcides Arguedas, Raza de bronce (1919)