Sobre su obra

POÉTICA DE LAS DEMANDAS. ARRASTRAR,
FRENAR Y ESTALLAR DE LAS FORMAS

(Fragmento). Del Posfacio a la primera edición.
Claudio Martyniuk

i.Averno. El prisma del logos, un tono que grava verdad, justicia y belleza. Un prisma que contempla, estacionando máquinas de metáforas, arañando la lucidez amarga. Lo cristalino no aparece en el discurso; el yo, abstracción melancólica entre letras. Clamar, proclamar en el mar de tinta que lo pasado es nuevo en cada mirada, en la lectura y escritura de expectativas que empujan páginas no leídas. Apilar, monumentalización de cenizas que apremian a recordar. Un prisma: nadie debería apelar a la víctima (Ingeborg Bachmann, Literatura como utopía). Prisma que adviene, vierte mar y fuego, advierte. ¡Ay de ti, joven generación divina, habéis aplastado y arrebatado de mis manos el antiguo derecho!, exclaman las Euménides de Esquilo. Prisma que sacude la tempestad, la tempestad ardiente que arrastra a lo más hondo. Quien pensó lo más hondo ama lo más vivo, expresó Hölderlin sobre Sócrates. (…) Justicia y honradez, sabia y digna serenidad, armonía extraviada. Sin una diosa de ojos agudos que asista en la duda, apenas ofuscación, desánimo y, de tanto en tanto, sed salvaje, maravillosa vivacidad e intimidad capaz de narrar el fondo, de conmover al advertir la falla interior y exterior, el alma agitada, el correr alucinado tras una claridad fanática, la aspiración a lo insólito, la veneración del brillo esplendoroso en el crepúsculo. (…) Pasa rápidamente el uso herético de nombres, ya palabras, proposiciones, conceptos. Herética disconformidad, el lenguaje como búsqueda reparadora…
Narrativa que agita. Actitud estética, espectadores expectantes, jueces sin maestro en el ver. Narrativa-vanguardia, relato como procedimiento, cuento que estructura la sucesión que pasa de la imagen contemplada a la imagen producida, corporizando nada, nihilismo del cuadrado negro.
Y después, fin del fin, pequeños finales grises. Se observa todo el arte como mimesis de la sociedad, como metáfora de ella: nulificación del arte –también de la ciencia que enuncia el relato que prescinde y niega la capacidad metonímica. Práctica autopoiética, metáfora de la metáfora.
La poesía proporciona la única forma permitida de decir una cosa y significar otra. (…) En los últimos años he querido avanzar más y más en convertir en metáfora todo el pensar humano, dice Robert Frost, en Instrucción mediante la poesía.

ii. Aprender la lentitud. Entre el ánimo y la imaginación, corre ese gigante niño: filosofía, entre el arrebato y la simple quietud.(…) Profesar, adherir hasta que una imagen arranque, hasta que se frustre el esperado placer de la ulterioridad, hasta inmovilizar y secar la metáfora.
El ensayo es apenas una nueva metáfora, ese decir que desplaza su significar, que persigue la mirada infantil al cielo, el correr velos y perder imágenes, buscar calidez, recuperar candor, perseverar en la vocación del asombro, asistir al mundo en expansión, sentir la luz del mirar, tomar notas advirtiendo la pérdida de fluidez, arrojo para precipitarse en símbolos (no hay arroyo en la escritura que desemboque directamente en el mar), andar entre formas deshabitadas y desterradas, cuidar el desfigurar. Escribir y petrificar errores, susurrar, levantar la cabeza y advertir la tala, cuidar paciente, alegre. Preocupación ante lo que devasta. El camino a la escuela, transitarlo como un niño. Alcanzar una calma sensible. Lento zurcir un orden sin ley: libro huerto y árbol. Libro, metáfora de libro. Avería de la metáfora, vacío de la máscara. Humo detrás del título. La prosa lírica: cargada, asfixiante
(…) Pero el libro también petrifica la falta de rumbo. Afinarse en esa piedra , aunque esté para afilar. Pasar entreabierto, repetirse, detenerse, percatarse, escandir sentidos, tallar silencios, y hacer virutas del espacio, quitar.

iii. Lasitud. Los libros vienen de atrás, de amaneceres ya crepusculares, son viejos, arrugados, ilusionan. No ocultan su ingreso contaminado al tiempo, lo contaminan desde atrás, ocupan el espacio por venir con su modo de instalarse, haciendo estantes soberanos, forjando alianzas que dejan exilios, que fuerzan extranjería.

vii. Incisión. Un mítico estado salvaje del pensamiento, como un negro primigenio, previo a la luz, metanegro o ultranegro, más allá del negro, fuente de la sensibilidad a la luz, también de la austeridad cromática. Estado de dispersión, grisalla, gris que diferencia al resto. Conquista de la inmediatez, imponer del pathos de la distancia (música y derecho).

viii. Hondonada. (…) ¿Cómo corresponder a las formas? Solitarias, en un espacio inmóvil, como si no ocurriera nada, en el desconcierto. Figuras de la aflicción y la inquietud, las que alientan y calman: dan la impresión de no tener patria, se abstraen del contexto, despiertan, unen y cansan. Son embudos que asustan y alivian, son puro pharmakon, remedio y veneno, remisión y evasión.

x. Cantos. (…) La vida no se sumerge en la filosofía, no hay agua que llegue al pensamiento, no hay sol ni viento en la estética. Que sea la filosofía, no cómo sea, hace intensa y dramática la existencia. Pesar, porque ella no se enseña. Pensar que se ejemplifica, que sube y evidencia, forma –¿forma es justicia? Búsqueda, puesta a andar: fueron los campos, las estaciones, los dibujos, los deseos…

xi. Arruinar. Un ruido amoroso: la fidelidad a una tesis. Anhelo de regularidad, destellar recurrente, espera en busca de lo retenido, de eso con lo que se acompaña la búsqueda. Sutiliza, corroe una ruina. (…) Bajo la furia de un demonio, un espectro de la narración que recorre todo, sin vacíos. Fantasma de la mirada épica que se hace lo pensado, el yo pensado, la conciencia, la palabra, la historia, la poesía…

xiii. Averías. Lo que hace estallar la forma, lo que la perfora: irrupción que provoca un trastorno, una huida. Eso informe que se desplaza expone la plasticidad detonada.
(¿Qué puede decirse de la felicidad de aquellos entregados a los desechos, a consumir la basura de los entregados a desechar? ¿Y sobre la soledad acompañada, la marginación prefabricada y concebida como vía de reconocimiento?)

xvi. Borde. Imaginar, dar una imagen, aproximar un concepto, y ello deviene otra cosa en un límite que se obtura. La figuración se sacude en el estremecer de la idea, sacude la generalización, la abstracción que hace masa. Tajea, escinde, violenta lo que nuclea. Dramatiza la idea, la norma, la regla.(…).Y esta encrucijada -el lenguaje hace la soledad- afirma el silencio en la ausencia, también ahonda la fascinación de las abstracciones, el encantamiento de las cazadoras de moscas que dejan de percibir para “percibir como”. La idea se hace presencia, fija, identifica, individualiza singularidades. Celebra su repertorio al articularlo. Como dardos, los incisos interpelan individuos.

xvii. Sótano. Desaparición en la sociedad, excepcionalidad en el derecho, ciencia en los campos de aniquilación, nihilismo en la filosofía: tales marcas reducidas a abstracciones, demandas genéricas de silencio, atención y responsabilidad. Y lo que queda de la felicidad, entre proposiciones y promesas, sin unidad de género, en la rotura de géneros, en los términos de la libertad interminable, en destellos de la sensibilidad y suspensión de la gravedad. Abandonar, ante el cansancio. Y proseguir. Responder, preguntar, reflexionar sobre la presencia de espectros y obligaciones, ausencias y padecimientos. Intimidad al escribir sobre lo intimidante. ¿Hace ver, deja ver, saca fuera pensamientos? Apenas, ¡apenas!, llama a la responsabilidad, a la corresponsabilidad, a la estructura de responsabilidad. Figuras de la responsabilidad, respuestas dibujadas, figuraciones borrosas, carencia de forma: proposiciones que van tras rostros, letras sin carne, desvanecimiento de otros cuerpos sin limitación, donación de despojamientos. Falla el articulado, explota formas que fracasan, se tiran. El tironeo, la plasticidad lo infraordinario, eso que se reencuentra abajo, en penumbras estéticas y políticas…

xix. Expira. (…) Entre la mistificación y la desilusión, ejercitando una potencia inexistente fuera de sus actos. Y examinar, poner de frente la inmediatez en la que vive cada yo. Y del examen resulta un aplazo renovado, aniquilador. Una maduración de la certeza sensible. Olvidos y rememoraciones que conforman senderos, celebran posesiones, desencantan y enajenan, evaporan la observación y muestran con los dedos un olor. (…) Precintando incendios que nos queman la piel: la marcha del pensamiento tras lo singular piensa que la certeza sensible –este “incendio” que no se experimenta a sí mismo: no es saber inmediato de lo inmediato- es algo universal.

xx. Platonismo desventurado. (…) Paciencia y atención, abandono del suelo corroído de la conciencia determinante, del señorío del yo que disuelve todo lo que procesa en forma concentrada, abstracción vacía, entes racionales, cosas del pensamiento oxidadas, esquemas pálidos. Concepto real, vivo, “más real” que las cosas si no es una figura
inmóvil: ese vitalismo implica lo negativo que desdobla, “supera” y anula, trabaja, opera, produce, obra y desobra en el trabajo, en el trabajo del lenguaje, en los movimientos del escribir y el pensar que provocan demandas y evocan necesidades, que aprehenden inquietudes saliendo de la seguridad y felicidad infantil, que aprenden de extravíos, pugnas y exilios, que atraviesan la ley del corazón y el desvarío de la infatuación. Protesta de uno-fin-en-sí-mismo contradictor de la humanidad, rebeldía como tensión entre la ley del corazón y la ley pública, libertad indomable, que no se doblega y busca ser origen, pilar para la autoconciencia.(…) Experimentar el ardor, las palpitaciones del corazón por el bien de la humanidad, esa experiencia expuesta a devenir furia, furia de la infatuación demencial, en el furor de la conciencia de mantenerse contra su destrucción. Despertar del sueño de mejorar el mundo: la ley del corazón, ética de principios, pureza de valores que arrasa y quema, falla e imputa a otros o al contexto las fallas, traslada la responsabilidad del fracaso, oprime y humilla, persigue, defrauda y sume en la desventura. Imposible despertar. Ese obrar y desobrar muestra la gravedad y densidad del saber en la polis, los escollos y resistencias que parecen irremontables.
(…) en el ensayo, opus sectile, la prosa se detiene ante el imperativo de pensar vida, y ante la tarea de escribirla, se reduce a dictado. En ese giro, ante esa conversión: hay prosa que impulsa, se dirige a separarse del mundo, enseña a vivir mediante la reflexión.

xxvi. Entre panlogicismos y pantragicismos. Ante la sensación oscilante: incomodidad escrita, apacible presencia del pensamiento salvaje. Ingreso a un cerebro, pasaje por la ley de la noche, entre las trampas de la desolación, en las riadas de tinta, sacudiendo ese olvido de lo que perdura en la memoria. Separarse de todo destino, el destino más trágico, capaz de sostenerse con pasión, apasionamiento de la prosa contra el deber, contra los deberes, la prosa maza, piedra contundente arrojada al poderoso, síntesis de coraje y pasividad, de vitalidad sustraída al mundo.

xxix. Aminorar, privación. Kairós, lo mejor que hay en todo momento oportuno. Quizás, entonces, se pueda hallar eso mejor en el figurar que recorre el arte, la poética y la lógica. De Platón y Aristóteles a Wittgenstein, las palabras del logos se escinden de las palabras de los poetas, pero observando el espejo del lenguaje. Espejo que tiende a la mimesis, pero que se astilla y cada astilla muestra una parte y un conjunto. Astilla que no cesa de diferenciarse. Y el oportuno eterno retorno de lo mismo: lo que se separa, lo más común, en el despejar, en el errar –y acaso el error no sea mero sinsentido-, en un recolectar abnegado del infinito de la subjetividad.

xxxi. Lo residual, en el retiro no idéntico. (…) Entre la fe, asimilación, y la crítica, no símil, lo que difiere oscilando entre la certeza sensible y la duda, la intuición y la crítica. Apoyada en un bastón escéptico y desposesivo, bastón sin paz ni suelo estable ni estrellas fijas, la filosofía se hace poética del desgarramiento y la filosofía trascendental deriva en nihilismo. En ese oscilar de radicalización de la poesía del dolor y la nostalgia infinita irrumpe la conciencia desgraciada de lo finito que tiende al infinito y lo infinito que se experimenta como abismo. Y ensaya diferir la representación: diferir lo íntimo, diferir lo ajeno…

xxxii. Hambre de realidad. (…) ¿Cómo alcanzar indiferencia e independencia ante la confrontación, suspendiendo referencias, suspendiendo decisiones y acciones? De lo común al desgarramiento absoluto: poesía contra la poesía, en libertad, en …responsabilidad inagotable, porque no podemos quedar en paz con el otro… (E. Lévinas).