Entrevistas

Cómo lo hice

Revista Debate, 21-4-2012

La letra espinosa. ¿Quién hubiera imaginado que la escritura rigurosa de un filósofo del siglo XVII podría leerse como poesía? Acá Liliana Lukin cuenta cómo se empapó de la Ética de Spinoza para convertirla en lírica contemporánea.

Leí durante varios años la ética demostrada según el orden geométrico, de Spinoza, libro fundante de la filosofía contemporánea, en una traducción directa del latín y algo allí resonaba como un diapasón, yo leía como literatura lo que era filosofía. ¿Y qué era lo que, en la Ética de Spinoza, me pedía convertirlo en escritura poética?

Empecé a responderme entre 2005 y 2006, en búsqueda de una resolución formal: ¿cómo ficcionalizar, poetizar, un saber tan antiguo, que me hablaba de mis preocupaciones e ideales y como toda utopía hablaba de un mundo soñado?

Entonces decidí que cada poema fuera la “forma” de un sueño, de los sueños: al describir un sueño, comparar un sueño con la vigilia que sobreviene, al analizar el mecanismo del soñar o dudar de lo soñado, al escribir que es sólo un sueño y saber y renovar la fe en su posibilidad, ponía en escena mi propio pensamiento político, ético-estético. El libro está dividido en cinco partes, como las cinco partes del de Spinoza.

Creo que la escritura debe provocar una emoción o alguna reflexión. Y que la poesía es la creación de un lenguaje sobre la dificultad y la belleza de pensar. Ahora descubro que con este libro he logrado una relación entre filosofía y poesía en la que siempre creí, pero que el libro también habla, tal vez de una manera compleja, de nuestros deseos más simples.

Empecé escribiendo desde un yo femenino, como en la mayoría de mis libros, y cuando lo revisé para darlo a editar, supe que el “yo” debía ser masculino, el de “él”, soñando sus ideas.

Lo que he potenciado aquí es la idea de que un libro es un acto (idea ya practicada en Retórica erótica y Teatro de Operaciones, libros con imágenes, fotos, calcos, grabados, mi propia letra caligrafiada), y debe ser un objeto que reúna varios lenguajes y materiales para significar más. Al momento de volverse visible, el trabajo es de a dos: en la tapa, el video del artista Gustavo Schwartz compone sobre fondo negro un escenario: la oveja del “Agnus Dei” de Zurbarán, con sus patas atadas, el hombrecito sobre la mesa de “El sueño de la razón produce monstruos” de Goya, y el círculo del sello de Spinoza, que dice “Caute”, con sus iniciales, B.S., y una rosa con espinas: cuidado, espinosa. Al final hay ocho páginas con imágenes en color del mismo artista, donde esos motivos, y el texto de la excomunión a Spinoza en la sinagoga, se combinan e intercambian lugares. En la contratapa, Horacio González habla de mi libro como de un “ensayo poético”, y señala ese cruce.

Leer en La Ética demostrada según el orden poético el sentido de “volver posible un sueño”, me reenvía a los libros de mi primera etapa, en los 80, marcada por un diálogo muy estrecho entre Historia e historia, aunque cada libro haya sido la construcción de universos marcados también por lo auto-biográfico: no sólo los cuerpos sino mi cuerpo, no sólo el ser, sino mi ser: el de “lo mujer”, no sólo el mundo de los objetos, sino el mundo del concepto, “poesía del pensamiento” y también de la sensualidad. Creo que los poetas que más me interesan de la literatura argentina responden a esa línea: Macedonio Fernández, Alberto Girri, Juan L.Ortiz, Osvaldo Lamborghini, Néstor Perlongher.