Sobre su obra

Teatro de operaciones

Por Diego Suárez, en lacalledelosmolinetes.blogspot.com

Para John Berger, la elección de una palabra es como encontrar el lugar preciso del cuerpo que se quiere tocar con la lengua materna; aunque, “la lengua natal castra”, escribió Pizarnik. Esta dialéctica entre lengua vivificante y lengua castradora es inherente a la tarea poética, dulce amargura del lenguaje, sala de disecciones y asociaciones.

Este Teatro de operaciones abarca dos regiones textuales sumamente diferentes: “Campo quirúrgico” e “Ingeniería natural”. La primera, concierta un bosque de símbolos (genealogía, ecología, biología, mueblería, cultura, ideología, filosofía, existencia…), y al mismo tiempo, aunque parezca contradictorio, esta multiplicidad intenta fundar un punto y un orden. El árbol aparece tronchado y, caído, de sí mismo hace leña; es un cuerpo mutilado con sus anillos a la intemperie del tiempo; de su verde dolor aprende y da frutos maduros; al tumbado, la poesía verticaliza. Semeja una metáfora existencialista: somos retoños trasplantados del invernadero materno, bebés a los que le han cortado la raíz primigenia: el cordón umbilical (el ser es invención y destrucción continua de la raíz perdida).

En esta selva de ecos errantes, hay voces que intervienen cada poema. Filósofos, poetas y hasta la misma escritora de cartas y preguntas se hacen oír. No son voces que al pasar volando hayan quedado prendidas en la enramada; vienen desde las entrañas del campo literario, por las raíces de todo verdecer.

Una lectura política puede cosechar otro bulbo: el árbol-sistema fue talado, se ha desmoronado. Esta desconexión entre raíz y tronco plantea el desafío de generar formas alternativas de existencia en los márgenes, a la vera de lo que hacía sombra.

“Ingeniería natural” produce un desacomodo. Diario, íntimo, visceral, registro pormenorizado de un padecer, por las elecciones de la lengua contrasta con la primera parte. La enunciadora cambia de posición, adquiere otra postura, más incómoda, tortuosa, en un lenguaje que produce un efecto de espontaneidad cercano a la instantánea fotográfica o a la ecografía. Casi nada es llevado “más allá” por la metáfora; la mirada amplía la dolencia invisible hasta obtener gigantografías del dolor (como si se tratara de una intervención quirúrgica, se corta por lo sano y la elipsis da lugar a la hipérbole). El organismo se torna un campo minado. El cotexto gráfico es más que elocuente: aquí, se trata de la escritura de alguien que escribe como quien abre su vientre para dejarse examinar; una lección de anatomía donde “el escritor como tal no está enfermo, sino que más bien es médico, médico de sí mismo y del mundo”, como sugiere Deleuze.

Teatro de operaciones de Liliana Lukin pone en escena un cuerpo –árbol o persona– tocado con la lengua vivificante y castradora de la poesía.