Sobre su obra

Un libro extraño

En Suplemento Cultural del Diario de Gualeguay, 16-11-2003
Por Emma Barrandéguy

Quizás desde enero fue que comencé a hacer la crónica de un libro raro que me envió Liliana Lukin, su autora, y cuya crónica logro ahora concretar, no sé si bien o mal. El libro se llama “Retórica erótica” y tuve que buscar en el diccionario lo que quería decir retórica, para saber que es “el arte del buen decir, de embellecer la expresión de los conceptos, o de dar al lenguaje eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”. Y sin duda alguna que el libro de Liliana conmueve pues se trata de un amor que se va cumpliendo en el cuerpo y al que la autora canta para contarnos su transcurso y para informarnos de lo que ella (o la foto del volumen) está experimentando en ese periplo de la carne aguardando el amor.
Durante muchas páginas, y en raras y bellas poesías, la autora nos va contando el modo como aguarda a su amado y el prodigio de sus caricias. Realmente sus frases poéticas son de un sentir audaz y de una entrega que se va conformando en pasión, de la que nace el lenguaje, o lo que va nombrando en cada minuto de encuentro carnal.
Esta historia de amor tiene en cada página un desnudo femenino, ya velado por telas plegadas a la figura, ya expuesto en todos los posibles aspectos. Cautelosa con el fino lenguaje que maneja, no lo es tanto con las figuras que acompañan todo el libro y cuya presentación no nos es siempre hermosa, y con las que la autora dialoga como si en una simbiosis fueran testigos de lo que ella nos va contando o sus propias protagonistas; quizás Liliana misma convertida en figura de iniciación. Por ejemplo cuando ella nos dice:
“Cuando llora, después de sus ojos, ella
hace de su necesidad el verdadero
motivo del bordado.
Da placer, recibe y algo falta.
Lo que a él excita, mueve, lo que inquieta
su ánimo, ya temeroso, son las lágrimas.
Cuerpo de agua, ella navega entre
la emoción de él y su propia marea”

Las páginas están enmarcadas en un barroquismo cuya artificiosidad y exageración llevan a cierta desmesura, propia del estilo.
Todo el libro, en fin, siendo en sus estrofas una entrega de amor que se hace y a su vez se deshace, permanece dentro de un idéntico tono que toca la belleza o invita a una noche de pasión que parece no llegar a realizarse.
Dentro de una presentación de valioso espectáculo y costoso diseño; Liliana nos da una versión del amor que no se acaba de completar en pareja sino en imagen.
Cierra el volumen una pequeña prosa que da ubicación a sus propósitos, y que dice:
“Yo soy todas ellas, y que mis rostros sean ajenos a veces,
es más el resultado de una arbitrariedad del tiempo,
que de la índole de las representaciones elegidas
para mostrarme. Ellas me han soñado. Y he realizado
el destino de unas imágenes más o menos coincidentes
con lo que cuentan de mí. Él es bello aún con esa luz,
pero nadie aprende del dolor ajeno, ni de la felicidad
que no ha perdido. Esta es, como dije una historia real,
a penas.”