Entrevistas

Reportaje revista Katana

Revista Katana Nº 9 / Abril 2023

Por Fabián Herrero

La poeta que convocamos para dialogar con Katana ocupa un sitio importante dentro del panorama de la poesía Argentina. Ha publicado de manera constante desde los años de 1970, ha escrito ensayos, da clases e interviene permanentemente en múltiples espacios literarios locales e internacionales. A Liliana, si la memoria no me juega una mala pasada, la conozco desde fines de los años de 1980. En ese tiempo, en el ámbito del hoy viejo edificio de la extensión universitaria de la Universidad Nacional del Litoral, leyó sus poemas en el marco del taller coordinado por el poeta y editor Edgardo Russo (del que fui un fiel integrante).

Mantuvimos contacto a partir del intercambio de cartas. Nos vimos posteriormente en un café del barrio de Almagro, cuando ya me había instalado en Buenos Aires en los comienzos de los años de 1990. Liliana siempre fue muy generosa conmigo, y me consta que lo es hoy también con los jóvenes poetas. Siempre me envió sus libros, me alentó a escribir y a publicar.

En la entrevista me interesó consultarla sobre su labor como poeta y sobre algunos aspectos de sus libros. A ella sigue, un poema de su último libro.

Fabián Herrero. Liliana, quisiera comenzar preguntándote sobre tu trabajo con la poesía. Escribís siempre, lo haces por temporadas.

Liliana Lukin. Actualmente escribo cuando lo necesito, el cuadernito y la lapicera están en la mesa de luz, puede ser durante el sueño, en un despertar, puede ser antes de dormir, y el resto del tiempo en la computadora: si estoy pasando en limpio manuscritos suele fluir la continuidad de ideas con lo ya escrito. Pero teniendo ya publicados 17 libros, y habiendo escrito ensayos, crónicas y textos solicitados (que, se sabe, generan disparadores de escrituras impensadas), durante más de 40 años, diría que en cada libro la respuesta a tu pregunta se diferencia. Muchos de ellos fueron proyectos producto de alguna lectura (Ética, de Spinoza), de alguna obsesión por las imágenes (retórica erótica), de algún episodio autobiográfico ( Cortar por lo sano, Teatro de Operaciones, Ensayo sobre la piel) y en cada caso escribí todo el tiempo durante meses, años, o bien escribí como en un trance que pudo interrumpirse y ser retomado…

FH. Siempre me gustó “Cartas”, el primer poema de Carne de tesoro. Hay un tono confesional y del orden de lo cotidiano, muy sensible y amoroso, por otra parte. ¿Cómo pensaste este libro y cómo se vincula con el posterior que comienza, justamente, con este poema del libro anterior ?

LL. Ese libro es el primero de lo que llamo “la historia con minúscula”, donde empiezo a trabajar con los cuerpos vivos, donde “corto” con la escritura sobre los cuerpos desaparecidos, asesinados, buscados, y paso de la Historia (Malasartes, 1981, Descomposición 1980-82, Cortar por lo sano. 1983) a la historia: la maternidad, lo íntimo, más personal, menos “social”, digamos. El poema Cartas fue escrito en 1989 y por eso lo incluí en ese libro que se publicaba en 1990, pero fue el primero, no sólo de ese libro (tan anterior), sino de una serie ininterrumpida de poemas-carta que se publican en 1992. El libro Cartas tiene 40 cartas de una mujer a otra mujer y cada una comienza con un “mi querida:”. Es otro corte, con lo materno y familiar, hacia una escritura de “lo mujer”, como me gustó decir en aquél momento, (para no usar ni “la mujer” ni “lo femenino”), aunque fue un libro, junto con Carne de tesoro, donde se señaló desde la crítica que se trataba de un modo nuevo de escritura femenina.

FH. El libro Las preguntas, está escrito no solo con preguntas sino también con espacios entre palabras.

¿Cómo surgió la idea de escribirlo de este modo y que podes contarnos de esta experiencia?

LL. El recurso formal de abrir la línea del poema, cortarlo con espacios, manteniendo además la continuidad, ya estaba muy trabajado en el anterior, Cartas.

Es una invención de estilo, una espacialización que permite hacer un silencio mayor, a la vez que ver o leer la línea entera, lo que produce la potenciación del peso de la frase, otra musicalidad que no es la del encabalgamiento del corte de verso que continúa en el siguiente, sino eso y algo más. Y también produce una atención diferente a lo conceptual del texto: sugiere dos lecturas, la de la línea con ese espacio, o la de la “desobediencia” de leer sin ese, digamos, silencio.

FH. El vocablo “ensayo” aparece en dos de tus libros. Su empleo no parece ni casual ni inocente. Podes explicar que significado le das.

LL. Es que no soy inocente, y no hay nada casual en mi trabajo… Creo que no hay una división entre los llamados “géneros”, y que el ensayo y la poesía pueden ser formas intercambiables, a veces.

He leído ensayos así, y eso es lo que intento con esta poética: marcar desde el título un sesgo, algo oblícuo que esperaría al lector, algo experimental de mi pensamiento, de la “poesía de pensamiento” en la que se me ha incluído, justamente por esos libros.

FH. Ensayo sobre la piel, es un libro poderoso, fuerte, donde al lector (hablo de mí, obviamente) también le pasan cosas en “la piel”.

¿Podes contarnos como fue la experiencia de su escritura?

LL. Ese libro es doloroso, fue doloroso escribirlo, durante 5 años, dando forma a las emociones que me arrasaban en la vida: acompañar al hermano menor en su “deterioro cognitivo”, como llaman a esa enfermedad, documentar amorosamente su deslizarse del mundo aceptado por “les otres” hacia otro mundo inexpresable y para nosotres, desconocido y aterrador: darle voz a su silencio fue mi escritura, mi compromiso, mi donación.

FH. El libro reúne poemas con aclaraciones de algunos datos que aparecen en ellos, figuran justamente como notas al pie. A mis ojos, es muy importante porque ayudan a una mejor comprensión. Sin embargo, en el medio literario hay una discusión al respecto. Por un lado, aquellos que los consideran pertinentes (es mi caso) y, por otro lado, aquellos que señalan que el poema debe defenderse por sí solo. Vos te enfrentaste con esto o bien lo hiciste así porque se te impuso a la hora de escribirlos.

LL. Creo que, de cualquier modo, toda escritura se explica a sí misma. Yo no me enfrenté a nada más que a la ceguera de “lo familiar”, a la inepcia de los profesionales de la salud y a la tremenda indefensión de los llamados “pacientes”, anulados en su escaso vivir y torturados por rituales institucionales no muy alejados de lo que Foucault analiza tan bien en relación al poder del Poder.

Como escritora, que hace una “poética de la experiencia”, considero que debo dar testimonio, en distintos niveles lo hago en todos los libros, aunque está claro que en este libro, el “asunto” me llevó a contextualizar para que hubiera una denuncia que atravesara “lo literario” y se inscribiera en “lo real”.

Esa fue una idea que elegí actuar, para incidir con este libro en un mundo que tiende a ser sordo y ciego a ciertas formas extremas del dolor. Que se consideren esas notas al pie pertinentes o no, no modifica los poemas: el libro es un libro de poemas, con un plus. El que no quiera un plus, que no lea las notas.

FH. Como se lleva a un niño es otro libro donde convive el dolor, la muerte, la vida que transcurre en esa experiencia. Cómo pensaste este nuevo libro.

LL. No pensé ese libro, no pensé: sucedió la enfermedad de mi compañero durante años, coexistente a partir de cierto momento con el drama de mi hermano. Y de pronto, lo terrible aparece, se acelera el tiempo, se pierde el momento oportuno de un decir, el cuerpo muta, seguimos con nuevos modos del vivir que no elegiríamos jamás, como si fuéramos niños tratamos de hacer de cuenta de que no está sucediendo lo que sucede y sucederá. Así fue, así es la muerte de lo amado, y no se piensan los textos que sobrevienen, son parte de la carne, “yo soy mi cuerpo, y eso es lo que escribo”, y como ya he dicho, el libro es la escritura de “su ausencia en mí”.

FH. Liliana, para terminar, me gustaría que nos cuentes que estás escribiendo por estos días o si tenes algún proyecto de libro.

LL. En el tiempo que pasamos entre conversación y postergación de mi parte para concretaresta entrevista, varios meses, ya no recuerdo si sabías que estaba por salir mi último libro, El Museo de la Infancia, por EspacioHudsonEdiciones, supongo que no: en noviembre sucedió. Invito a mi página, ahora que yo, que nunca estuve en ninguna “red social”, estoy en instagram: @lukinliliana, donde se puede ver la tapa del libro, leer algunos poemas, apreciar algunos dibujos de la niña Lukin de 8 años, reproducidos de uno de mis cuadernos borradores de 2do. grado escolar (lo que hoy sería 3er.grado) y también la contratapa, donde digo que “Escrito inicialmente entre 2011 y 2017, este libro fue recibiendo algún texto rescatado de viejas carpetas, otros escritos después de 2017, y en el mismo desorden de una ilusoria cronología, algunos poemas hablan de un nosotros que ya en esos años había dejado de ser completo: como si se tratara de pequeñas resurrecciones aparecen quienes ya no están. Hay también citas a libros anteriores, porque esos poemas hablaron del futuro como aquí se habla del pasado.”

Es un libro que dialoga con Carne de tesoro, publicado en 1990: hay poemas que escribí mañana o que escribí hace años pero hoy me hablan del presente. Y estoy con la continuación del libro de duelo por mi amor, perdido en la muerte: después de Como se lleva a un niño siguió ese duelo, y siguió sucediendo su escritura. Será el próximo.

(De El Museo de la Infancia, Espacio Hudson Ediciones, 2022)

Estamos tejidas en la red del pescador
que cada día repite su trabada ceremonia:
tender la red, darle tiempo al tejido
para que actúe, más tiempo más tiempo,
pide, pero el pescador la retira
cuando cumple su ritual: un hombre
que sólo hace lo que sabe y recibe
su recompensa, exigua o no, según la fuerza
de la red, sus formas de eludir, o no,
la pesca, y obtener solo brillo y escamas al sol,

nada de muerte en el agua, nada
de asesinato, entre hilos y sogas
sabemos escurrirnos, hacer
de nuestro naufragio un navío,
aguantar el aire soltando
burbujas de aire, aguantar
el hilo que aún queda, soltando
sonidos armoniosos, un canto
de sirenas para confundir