Entrevistas

Erotismo, mujer y poesía o la voz de la herejía:

Revista online Babab, 2002 – Entrevista a la escritora Liliana Lukín

por Ana Lema

Liliana Lukín nació en 1951 en Buenos Aires (Argentina). Se graduó como Licenciada en Letras en la Universidad de Buenos Aires. Fue asesora literaria de la Fundación Noble del Diario Clarín, donde organizó los Encuentros de Escritores que posteriormente, compiló bajo la Edición Narrativa Argentina. También editó los siguientes libros de su autoría: Abracadabra, Malasartes, Descomposición, Cortar por lo Sano, Carne de Tesoro, Cartas, Las Preguntas y Construcción Comparativa, y un estudio sobre la literatura amorosa epistolar desde el s. XII al s. XX.

En la actualidad, Lukín explora el universo erótico de las mujeres y parte de una serie de fotografías sobre desnudos femeninos que van desde 1858 a 1930. El resultado es una obra que será editada a fines del corriente año y se llama Retórica Erótica.

BABAB: retórica erótica presenta una caligrafía manuscrita, que vos misma realizaste, ¿existió alguna búsqueda personal en la poesía y su sentido que te llevó a escribir el libro prescindiendo del procesador?

LILIANA LUKÍN: En retórica erótica me acerqué a un trabajo netamente conceptual, que encierra una pasión muy personal por los papeles, por las texturas y por una conciencia de la sensualidad corporal que en mí, provoca el trazo, como una forma de dibujo. De hecho, escribí con una lapicera de pluma recortada que implicó una búsqueda en la caligrafía, en sus formas, en su cuerpo. Esto posiblemente parezca muy teórico, muy psicoanalítico o muy barthesiano, pero en realidad es absolutamente literal. Este texto tiene relación con el cuerpo y la escritura con el erotismo. Y no me refiero a la forma de escritura sino al sentido, ya que hablo de cuerpos y no de cualquier cuerpo, sino del cuerpo femenino desnudo y este se manifiesta en las fotografías que acompañan los poemas del libro.

B: ¿Existe una propuesta que supere lo visual en las fotografías que acompañan los poemas de R. E.?

L. L.: Las fotografías proponen una relación entre la materialidad de la escritura y el trazo irregular de una pluma que provoca una caligrafía curva, una especie de dibujo de las letras y las palabras que se construyen, y, desde un punto de vista conceptual, se piensan como cuerpos, y encierran una filosofía del pensamiento y el sentimiento del amor femenino. Además, hay una historia personal sobre los formas de estos cuerpos y las del amor que encierran los mismos.

B: La conciencia de lucha del género femenino parecería ser una especie de «filosofía» en este texto.

L. L.: Las formas de llegar a la literatura, en mi caso, pasaron por la resistencia y el enfrentamiento. Tuve que pelear socialmente desde mi adolescencia para llegar a ser quien soy. Y, hasta que logré estudiar letras, debí enfrentar muchas peleas. Algunas con los muchachitos de turno, en mi casa, especialmente con el padre «interno» y «externo», que no concebía que una mujer se dedicara a la escritura. A partir de entonces, todas fueron peleas y búsquedas que respondieran a mi cuerpo, en tanto que soy mujer, y esto es pura política en el más llano sentido de la palabra. No me refiero al tema desde la problemática de géneros, si bien es algo que se plantea en la sociedad, sino a la política de la existencia, de la identidad de un ser bajo su propio género, que es lo que se refleja en retórica erótica.

B: ¿Hay algo de autorreferencial en la escritura de este libro?

L. L.: Existe una fuerte presencia del yo femenino, que revela, de antemano, al lector que se trata de un libro escrito por una mujer; mas allá de que mi firma lo con-firma. Sin embargo, no se trata de una obra autorreferencial. Esa conciencia de género en el trabajo poético está basada en esa libertad personal por escribir y en las experiencias que viví al transitar aquel camino. Al escribir este libro, me planteé cómo sería posible decir aquello que dije, con una desnudez absoluta, sabiendo que esa desnudez rayaba en la obscenidad para una mirada social de lo correcto. Sin embargo, para una mirada poética esa medida no existe y yo quería pensar desde ese punto de vista. Esto implicó todo un trabajo filosófico, una conciencia de género, una resistencia para no decir aquello que no se espera que diga una mujer y el enfrentamiento que esto me significaba, ya que me planteaba: ¿por qué no decir lo que una quiere decir, si no hay motivos para callar?. Y, la única forma de lograrlo fue poniendo el ser al descubierto. Ya que, en definitiva, ¿qué es la poesía si no poner el alma al descubierto?