Feria del libro 2003

Solidaridad y resistencia en la literatura:
narrativa argentina 1983-2003
En el Suplemento Zona, Clarín, abril 2003.

Por Liliana Lukin
 
Desde la Feria del Libro, una actividad propone acercarnos a lo diverso con que la literatura recreó la realidad en estos 20 años, y pensar las formas de nuestra relación con lo social y lo individual a partir de su lectura. Las voces provienen de la ficción y de la no-ficción, de lo publicado y de lo que la calle provee y tienen el estatuto de la vida. Lo que en la Feria es leído tiene el estatuto de la literatura. El que escucha es invitado a ser sujeto del efecto de ese cruce. Con fotos que van desde la vuelta a la democracia en diciembre de 1983, hasta el cacerolazo del 2001, desde las Madres a los HIJOS, y nos recuerdan trueques, comedores, cortes de ruta, murgas y cooperativas obreras como un telón vivo, la performance de lectura en voz alta acerca la literatura a la experiencia.
La difícil, frágil trama que se crea cuando una ficción llega a un lector, está propiciada por un dispositivo continuo: frente a nuevas caras, cada día nuevos textos y una apuesta a producir sentido y lograr que el público deje por escrito su palabra.
En la literatura  ha sido siempre posible leer los relatos que describen una sociedad, su historia y las pasiones que la animan. Pero esto es visible sólo a largo plazo, y no hay, necesariamente, una relación directa entre lo que se escribe en una época y sus acontecimientos históricos. Sin embargo, casi siempre los textos dan cuenta de su contexto, metafórica e incluso independientemente de la voluntad del autor. La etapa que se abría en 1983, con la democracia, ofrecía una nueva relación entre ética y justicia, deseo y necesidad y terribles interrogantes en el centro de una realidad con todo el futuro a resolver. Los escritores bucearon en las formas de documentar o ficcionalizar la ilusión o el desencanto con que la Historia marcaba las historias, poniendo palabras a lo que había estado mudo, inventando realidades paralelas. Era necesario un modo eficaz de narrar la revisión crítica del pasado, la reconstrucción de una memoria y el imperativo del presente. La urgencia de revelaciones que excedían la posibilidad de una digestión en las fauces del mercado, en ese entonces un monstruo aún joven, generó estilos y multiplicó la polémica entre escritores, centrada en la relación entre literatura y política. Hoy, cuando aquel futuro parece ya sin horizonte y el mercado es un gigante que deglute y ocupa el espacio borrando la voluntad de polémica, igual se reconocen en los relatos las huellas de la crisis. A pesar de todo, las voces parecen susurrar que entre la resistencia y la solidaridad es posible crear nuevas tramas para vivir. Y la literatura puede ser ese hilo conductor entre el placer y la reflexión