Sobre su obra

Fulgor y fervor

En Radar, Suplemento de Pág12, 22-6-2008.
Por Jorge Pinedo

A la poeta Liliana Lukin le placen las cajas en general y las chinas en particular. De ahí que transforma su Teatro de Operaciones de una liturgia bélica en una anatomía del verso que disecciona palabras e imágenes, propias y ajenas. Maniobras con las que encuentra y desarrolla varios libros dentro de su libro. Los poemarios propiamente dichos, Campo Quirúrgico e Ingeniería Natural, retoma el primero, aborda el segundo los senderos que recorren los cuerpos en ese abanico que va del erotismo al achaque, de la analogía a la elipsis. También ofrece en Campo… las inquietantes fotografías de Gustavo Schwartz que acompañan con precisión metonímica –sin serlo- las imágenes de árboles tronchados, de esos que dejan mirar el bosque, el lago, la curvatura del planeta hasta circundarlo de modo tal de ver hasta el dorso del poeta. Con otra crudeza, los grabados originales de Hilda Paz que ilustran Ingeniería… remiten a esa división personal que el tiempo formula en cada uno y la palabra atraviesa. Los grabados anatómicos renacentistas y el de Pietro de la Cortona (1618) de la tapa aportan un marco cuya congruencia crece a medida que se avanza en la lectura.
Edición prolijísima con textos en páginas impares sin numerar, en dos papeles de alto gramaje, incluyendo transparencias, hace que los poemas emerjan entre las figuras y las formas, que éstas proyecten sus luces y sombras de modo que ello deje de ser metáfora a fin de que el tan vapuleado artificio de la retórica ocupe el privilegiado espacio que le corresponde en el lenguaje.
Si Campo Quirúrgico asimismo funciona como un dispositivo disparador de cierta reflexión sobre el work-in-progress de la poesía, extendiéndose hacia la construcción de toda literatura, Ingeniería Natural pone en correlato la escritura y la osamenta (“Lo que se juega en la escritura/ es el tormento, una suave melladura/ de la estrategia corporal”.) en una síntesis que es más que la mera suma de la una y de la otra. Artilugio que opera del mismo modo con ambas secciones, o partes, o divisiones, o libros en si mismos, cada uno parte del otro, adjuntos y distantes como pueden serlo una uña y una aurícula. Universos isomorfos aunque en lo cotidiano aislados en la conciencia, cuerpo y palabra configuran un paisaje dentro del paisaje: “…aquí el dibujo de lo simultáneo/ se enumera en niveles de extensión/ como quien cuenta en una pared/ las capas de pintura debajo del papel,/ o como el episodio tapado que revienta/ por el raspar de una sola melodía:/ variaciones, insistencias que perforan…”.
Comparación y elipsis son retomadas por Lukin con el brío de quien recorre un camino transitado: ya en Construcción comparativa (1998) había desenvuelto variaciones en torno a la analogía, en tanto en Retórica Erótica (2002) lograba un usufructo de la pirueta lingüística explorado desde Malasartes (1981), aquel poemario ilustrado por Kuitka que la catapultó. Fulgor y fervor ahora dotados de otro pulido: “Del susurro de los textos procedo/ al alarido, el protocolo debajo/ del concepto: no habrán tenido/ de mí ninguna cosa salvo/ el resplandor”. De Bella sin indiferencias a Bestia letrófaga, Lukin explora territorios que, al conquistarlos, se percata que desde hace mucho le son propios: “De amargas inquietudes/ y del aceite de las/ aproximaciones se componen/ en parte mis quebrantos:/ la resbaladiza persecución/ de le mot just,/ cantar la justa y sus/ vinculaciones: ajustar/ cuentas, nada de estar cerca/ sino haber llegado,/ jamás el manto podrido/ del olvido, todo hace/ un destilado que yo canto:/ quebrantos, duelos y quebrantos,/ eso son ahora mis virtudes”.