Sobre su obra

Ensayo sobre la piel

De una carta a la autora
Por Marcelo Percia

Querida Liliana acabo de leer Ensayo sobre la piel. 2011-2016:

De pronto una vida se escurre, ¿se seca?, ¿qué destila una memoria preñada de agujeros? Así, una hermana recoge mensajes rotos, emociones sueltas, burbujas de nada. Caricias en el frio mármol de recuerdos lisos. Keats dedica a su hermana Fanny un poema que dice “el tacto tiene memoria”. Ensayo sobre la piel se presenta como un poema visual, como fragmentos de un guión teatral: una ópera del dolor.

Las citas en las que Osvaldo habla perforan el paisaje de las conciencias plenas. Mezclan lucidez con ausencias, el terror con la calma vacía: “…este no soy yo”. “¿Por qué me pasa esto?”. Tras escuchar la palabra Alzheimer: “¿Cómo es que llegué a esto?”. “Y si nos vamos de viaje vos y yo”. “Yo, estoy en el mundo”. “¿…estás sola?…Yo peor”.

Ensayo sobre la piel se presenta como una hermenéutica de ternura, la hermana recoge migas de pan que el hermano deja en su “errar sin ton ni son”. Tal vez el único desciframiento posible sea el del amor: no copio versos, los repito como ecos de una voz que rebota contra las piedras: “perder la cabeza es lo que le pasa…”. “Hay una bruma que le habla”. “…no encontrar la palabra que quiere / es lo que a él le sucede: hurga y pelea…”. “…los recuerdos, esos perros flacos / no han comido de sus manos…”.
Ensayo sobre la piel presenta lugares comunes aterradores. Cantilenas que encapsulan infinitos derrames de tristeza. Ensayo sobre la piel tal vez suelta la hermenéutica para quedarse sólo con momentos de ternura. Ternuras no como debilidades, sino como furias que beben flujos amargos de las dulzuras, como cariños que batallan contra lo injusto: “…como en una pecera vacía, húmeda, / transparente, su deseo es lento…”. “…no necesita más que dulzura”. “…ausentarse es lo que hace…”. “…él es como un pozo sin fondo donde el agua sólo desciende…”. “…tapo, sin decirlo, con mis palabras / los huecos de sus frases”. “… ‘no sé quién soy’, me había dicho, / y sólo pude darle su propio nombre”.

Ensayo sobre la piel regurgita amores de familia que no saben qué hacer ante la caída, que ven sin querer ver, que practican la negación como cicatriz de utilería: “mamá trabaja para un naufragio seco…”. “…momentos breves en que hablan / con él como si fuera él…”. “…que no lo vemos, cada día, crecer en su derrota…”. Ensayo sobre la piel muestra que eso que se suele llamar “deterioro cognitivo” pone en escena conocimientos en mal estado de la civilización. Y que eso que se suele llamar “internaciones indebidas” pone a la vista que la medicina tiende a crecer como humanidad indebida. De pronto una mujer que sabe cuidar destella como auxilio en medio de la catástrofe.

Ensayo sobre la piel ofrece en los pies de página un gran descanso y una gran inquietud. Esos pies orientan, hilan, contienen, pero también golpean con fechas, datos, biografías insinuadas y son una denuncia filosa de cómo están las cosas entre la salud y el amor en esta sociedad.

Te abrazo en hermandad, Marcelo Percia.