Malasartes

Editorial Galerna,
Buenos Aires, Argentina, 1981

PARAÍSO PERDIDO

Estamos condenados.
No supimos crear el olvido.

A LA MANERA DE
a mi madre

Pan y Sal

para la nueva casa
antiguo dictado en otra lengua

como quien enciende
una vela en la memoria
pan y sal
en la casa donde vuelve
a la ventana de ayer
un humo blando y acre
a desear brillos

(ceremonias
de las que queda una postal
campesina en crepúsculos de peces
carros floridos
gigantescas sopas
en los ojos
girasoles
para la muesca del tiempo)

celebración
de nacimientos
y de muertes
sal y pan
elogio de los recursos mínimos:
novias voladoras perros que bailan
a la mesa del pueblo
se sienta un violín que ya no escucho

todo para ver

reparto de la música en el lugar del ojo.

VISITANTE

La señora, la bella señora
de la ventana
está como encendida.
La señora aletea
esta mañana
contra el vidrio de la oscuridad:
una mariposa en celo.
Los ojos que la ven se extrañan
de sus cabellos al viento
porque todo está calmo
como su cuerpo desnudo,
sólo se mueven los ojos
que la ven
y lloran
porque la señora
está tan transparente
en la mañana
y hace daño.

PEQUEÑA MUERTE

Él la rodea
hasta hacerle sentir
que existe un orden
membrana delgada
en el amor se rompe

todo deseo perecerá

sin embargo súbitas leyendas

a mediodía
en pos de las sábanas
renacen.

LOGICA FORMAL

Él duerme
y su especial manera
de dejar la mano
abandonada
a la vigilia
ordena
este pedazo de mañana.
La luz es
un ariete
en mi conciencia
grávida y doméstica
a esta hora.
Todo esta bien aún,
porque no es cierto.

tú, que conoces la continuidad maravillosa
de los movimientos ínfimos, tú comprendes.
Yannis Ritsos

Desde la ventana
azotaba el aire
ese ondular de las sábanas
hiriéndose.
La luz hacía su vuelo.
Yo
miraba
las altas azoteas
sentada a la sombra
de mi techo. Lastimada.

CARNE VIVA

Estaban aquí.
Reían hacían sombra
eran reconocidos
por sus pisadas
su voz despertaba
ecos
más o menos profundos
ahora
sus pasos
nunca más
desde el fondo
la incertidumbre
devora
lo que nos queda
de ellos
nombres ahora
sonoros
como una música
impensable
como una sal
lo que nos queda
de ellos
penetra en heridas
que no sangran ni cierran
ni hacen dolor
están ahí
donde ellos
sin sospechar
hacían sombra
reían
eran
reconocidos
encontrados
puestos a
desaparecer.

CIERRE

La que horada
la piedra
esa pertinaz
muere en mí
golpea en mi
frente
o perfil
y calla
no consigue arrancarme
una sola palabra
deseosa
aullido tal vez esperaría
no consigue
arrancar
de mí
lucidez o destello
palabra alguna
voz
alguna gratuita leve
mención con el índice
en camino

el agua no sed ni hambre
el agua no corriente ni suciedad
pudriéndose en la amarilla
luz
de amanecer
doradas naranjas en la memoria
la que horada
la piedra
no consigue de mí.

HYDRA

en alguna parte
se paran
dos cabezas

que

separan
ojos de metal
de manera
húmeda
bisagras
que cierran
la carne.

ABRE

sobre una ventana de hospital
nubes de vidrio
se cuelan

este hueso es
la realidad

la poesía
muerde
áspid en celo
su costumbre.