Sobre su obra

Ensayo sobre la piel

Para la presentación en la editorial, Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, 2019.
Por Noé Jitrik

Nada más difícil que hablar de poesía y de un libro de poemas. Es más fácil en las presentaciones siempre referirse a narrativa, ensayos, etc. Con los ensayos es fácil porquea los conceptos expresados en un texto se responde con otros conceptos, críticamente se toma distancia. Con la narrativa pasa algo en relación con lo que proponen las narraciones y las presentaciones suelen ser una réplica o una reproducción de lo que ofrecen los relatos. Esto dicho sobre las presentaciones que no ahondan en el fenómeno estrictamente literario, que es lo que realmente importa. La poesía propone algo más abrupto, porque el lenguaje poético en sí mismo se maneja en el orden de la complejidad. Y además obliga a pensar qué es lo que lo diferencia, qué es lo que caracteriza la poesía, qué es lo propio de la poesía. Esto viene preocupando desde la antigüedad y se sigue razonando sobre la cuestión. Algunos encuentran y reconocen como poético algo por la apariencia. He pensado en esto muchas veces y nunca he llegado a ninguna conclusión que pudiera ser trasmitida con toda claridad, el problema subsiste y crea una zona de perplejidad cuando uno se conecta con un libro que llaman inmediatamente de poesía y que lo preocupa, lo impacta, le produce un efecto, como en este caso. Yo diría, simplemente para mí, y en el caso de este libro que entiendo como poético por una respiración: hay una respiración particular, una respiración, que puede no ser pausada, puede ser ardua, fuerte, o bien armónica o discrepante. Con esto estoy señalando simplemente todas las experiencias poéticas: hay poesía armónica y poesía abrupta, hay poesía de ruptura y hay poesía de confirmación. Todo tiene que ver con este elemento central que es la respiración.
En este libro creo que la respiración es una respiración, diría, angustiosa, una respiración de una fuerza muy grande, no procede solamente de lo que podría ser lo que la sustenta, es decir, lo temático, y que está respaldado por las notas al pie que obligarían, no a mí, pero obligarían a una relación inmediata entre una observación de algo que es una enfermedad y su traducción a lo poético, no. No es así: entre la experiencia o la observación que da lugar a los poemas y el poema, hay un foso, hay un abismo, ese abismo es la poesía. Porque este libro no está arrastrado por aquello a lo cual se acerca, y eso a lo cual se acerca se diferencia, adquiere una identidad que tiene un carácter, para mí, muy convincente por un lado, pero por otro lado muy original, muy fuerte, sin vacilaciones, como si hubiera allí una idea poética continuada, armónica, coherente, constante y que a partir de eso obliga también a sentir esta experiencia de escritura como experiencia absolutamente original dentro del universo poético al que yo por lo menos tengo acceso.
Dicho esto, hay que ver lo que hay en este libro en relación con la poesía. El desencadenante es un desencadenante que se tematiza parcialmente, los poemas lo evitan, es como si la experiencia de ese desencadenante fuera transformada alquímicamente, en un registro de alejamiento y cercanía, la cercanía está en la palpitación, el alejamiento está en que no hace alusión directa a todo eso que observa. Ese juego interno entre alejamiento y cercanía es una especie de ritmo que no está dado tanto por los acentos de las palabras, por la melodía de las palabras, sino que es un ritmo un poco más interno, más profundo, es un ritmo, claro, poético.
En los poemas en particular ya uno podría ver cierto tipo de señales, de llamadas de atención, cuya sutileza depende también del modo de la lectura, algunos ven cosas que otros no ven. Por ejemplo, quiero destacar una cosa que aparecería como rasgo, y que desdramatiza lo que para muchos lectores podría ser lo conmovedor de este libro, desdramatiza: es el uso frecuente de los dos puntos, la puntuación. Y cuando digo la puntuación tampoco estoy demasiado lejos del ámbito en el que esta presentación se está produciendo. La puntuación es aparentemente un elemento del lenguaje, del manejo sobre todo de la escritura, pero en este caso en particular, la puntuación se centra en la presencia, casi diría obsesiva, de los dos puntos, que no abren a una lógica expositiva, de enunciación, sino que abren a una zona de una incertidumbre, de una perplejidad muy grande. Eso es para mí un elemento central en la configuración de este libro, eso me obliga también a pensar entonces qué otras cosas hay, qué otros elementos hay. Y yo descubro muchas cosas, afirmaciones parciales, por ejemplo en algún momento habla de lo que liga las palabras y las cosas, eso remite a una sabiduría que no es solamente la afirmación, lo que liga las palabras a las cosas, sino es todo un saber de la lingüística, es un saber constituyente pero que no es el único, de repente también aparecen, si esto es una apelación secreta, tenue, a la lingüística, otras que son apelaciones a la filosofía, hay un Wittgenstein por ahí, hay cantidad de cosas que funcionan como apoyando algo, una lógica particular que se convierte también en una especie de narración, hay pliegues y repliegues. Es riquísimo este libro, viéndolo desde ciertas miradas no simplemente conmovedoras, como puede ser que suceda por el desencadenante del libro: enfermedad, amor, drama, pérdida; todo eso está, pero hay que ver lo que está más abajo de la cuestión, y lo que está más abajo aparece con puntitos, con matices, con elementos que sostienen el poema. Digo narración porque también aparece una dimensión muy particular, que yo llamaría de diálogo, es decir los poemas están diciendo algo a alguien, un alguien que no es un interlocutor inmediato, directo, es un alguien difuso pero que justamente no necesita ser individualizado, que no soy yo, ni siquiera como lector, ni es alguien en particular, sino que es lo que permite comprender una narración secreta, digamos que la historia aparecería, sí, en ese tipo de cosas.
En este libro uno se pregunta también cómo empieza lo que va a ser de una continuidad incesante, porque cada poema abre a nuevos poemas, en una serie que configuraría un poema único en realidad: sería como un solo poema que tiene sus momentos, tiene sus fragmentos, pero que también se encadenan, no en una relación lógica de algo que se enuncia y que después se explicita o algo por el estilo, no, es un encadenamiento de una continuidad obsesiva, aterradora, una belleza aterradora y que empieza, me parece, con la idea de la proliferación.
Esa palabra, en el primer poema, es la palabra desencadenante, es la palabra que lleva de un poema a otro, no es fácil transmitirlo, ni percibirlo, porque solemos leer, cuando leemos poesía, el poema suelto, y tratamos de saber qué nos dice inmediatamente, pero yo trato de ver lo que me dice el conjunto y cómo se gesta, cómo hay ahí una energía que permite escribir toda esta serie de poemas sin descanso, ninguno de los cuales desfallece y hacen un continuum, casi diría una musicalidad, terrible, tenebrosa, aterradora es la palabra.
En general los acercamientos a la poesía suelen ser, en el mejor de los casos, descriptivos, o sentimentales, pero creo que hay una dimensión, por debajo, y pienso que esta manera mía de encarar la cosa tiene mucho que ver con la instancia psicoanalítica, porque se trata de ver más allá de lo evidente, más allá de lo aparente, y lo que se ve o lo que yo siento más allá es que esa continuidad es una lucha también erótica, es una lucha por la vida en relación con un espectro de muerte, que es lo que ha llevado a esta respuesta que Liliana ha dado a determinado momento de su vida, tanto de su vida personal, porque no se puede evitar, como de su vida poética, que es también una vida intensa, una vida continua y que aparece aquí encarnada de una manera brillante. Yo estoy muy contento con este libro, pese a que me provoca todas estas reflexiones.