Ediciones Culturales Argentinas,
Buenos Aires, Argentina, 1987
1- la caída de un cuerpo
hay un hueco que crece
donde estuvo su cuerpo
región ficticia
ese suelo no sabe
más
que del peso del cuerpo
y todo a punto de morir
en la sabiduría de haber puesto
la cabeza
con dirección oblicua al ventanal
si yo hubiera visto
la retina dejaría de ser
un instrumento
ahora habría en ella una marca
el hueco que su cuerpo imprime
en la pulida lente
despojar de palabras -es la idea-
estos despojos que no se ven
que aquí no quede nada
nada nada
salvo esa costra alrededor
de la figura –en la córnea-
la materia torturada
que un deseo
pueda conservar
debe haber caído: la mano abierta
guardando en el centro asco de sí
saliva de la costumbre alrededor
debe haber visto
la miseria del acto
que no mejoraba la vida
una pierna arqueada levemente
cayendo según
la gravedad
habrá modificado las sombras
el testimonio
que la superficie ofrece
la tristeza: un esfuerzo inútil
sobre la pequeñez de las formas
donde las palabras ensayan componer
la historia es
un cuerpo sin explicación sobra la escena
su carne expuesta
al amor y la duda
el lugar
que engendrará leyendas
en relación inversa a la posibilidad
de tocar su rostro por última vez
él veía su cuerpo sin sufrir
perdiendo suaves líquidos
él era un personaje
que siempre había deseado
y al fin podía ver el cuadro
pensar el color
oler los jugos
él estaba en paz con lo imposible
y nada era salvo
sus brazos
abandonando con precisión
estados adquiridos
él miraba los objetos sin conocer
veía imágenes en el olvido
y este hecho
le traía dolor
lo volvía sujeto del placer
le daba una justificación que no quería
entonces concentraba sus ojos
en un punto de la vida
hasta que le bajaba la presión
y podía abandonarse al goce
de evocar escenas diminutas
que le devolvieran la necesidad
había pronunciado palabras
que tomaron cuerpo en otro paisaje
y su sombra proyectaba en mí
la posible memoria de estos días
él pronunciaba y yo recuerdo
y ese gesto nada significa
a la luz de los hechos:
hasta la disposición de los objetos
inocua y en el fondo del cuadro
es ahora un vago color
el volumen que modula mi sabiduría
acerca del pasado
había pronunciado es una idea
en realidad él dijo
y yo me alimentaba de esas aguas
con un deseo sin paz que ya olvidé
él pronunciaba y yo recuerdo
y ésta es la cuestión de la muerte
2- un cuerpo que se piensa donde ya no está
un hombre plancha
tras la ventana a oscuras
y no hay en esta calle nadie
más solo y más a tientas
de tarde apenas ciego el zaguán
luce al descascarar sus trapitos al sol
es el lugar para el cuerpo del niño
ese umbral su condición de piedra
rajada fría en las meriendas.
Después nace una sombra
invade los marcos.
un ciruelo se inclina en el aire
y abajo hay un niño
otra vez hay un niño
que no hubo
esa quietud de piernas enroscadas
en la mejilla pálida del juego
obtiene mi aprobación
otra vez
hay un ciruelo
y ahora no se inclina
pero el niño
sube por la sombra
que no estuvo
creo ver
el ciruelo creo
que hay en ese espacio
un niño que no he sido:
él juega sabiamente
en el silencio hostil
me excluye
nada sabe de mí