Sobre su obra

Una confesión imposible

En Revista Barbaria I.C.I. Centro Cultural de España en Bs.As., nº 9, 1998.
Por Horacio González

(…) Las preguntas son las respuestas, dicen los poemas de Liliana Lukin. Esa es la tenue incomodidad que crean, pues de inmediato aparece el sentimiento de que estaban abiertas a una pausa en el mundo, a fin de que se presentara lo que nunca estará. Tratan de una expectativa anulada. Están allí para perder la inocencia, para decirnos que quizás el mundo entero, si se diera como respuesta, no dejaría de presentarnos la ligereza de un rostro cruel. Por eso, la obstinación de este preguntar produce una incerteza sobre las cosas y situaciones que interroga: es un preguntar que golpea decidido sobre una materia que se vuelve cada vez más indecidida, vaporosa. El mundo se deshace en variadas posibilidades, acosado por una piqueta que lo va tallando al punto de ponerlo al borde de una confesión imposible. Las preguntas se anuncia con todos los elementos de anunciación que tiene esta poética: un faro, la luz, el deslumbre, “lo que gira necesario delante de mis ojos”, el «aire ciego» o el sentimiento de equivocación que, aludido con persistencia, acompaña necesariamente a quien pregunta.